domingo, 14 de marzo de 2010

Sit on top



Recostada sobre el cesped verdeoscuro la casita brillaba por el sol arrachado de tan temprana hora.
Las estrellas y las barras flameaban a escasos centímetros del piso.
Antes que llamara a la puerta la mujer abrio. Era cincuentona, pero tenía un pinta enérgica y saludable. Hacía horas que me esperaba, así que apenas tuve una tasa de café entre mis manos empecé mi cuento.

- Hace unos tres años que trabajo en Irak, para un contratista que se encarga de la limpieza de zonas calientes. El ejercito prefiere que lo haga otro. Es un trabajo peligroso, como todos allí, pero no me quejo. Lo que hacemos es ir a lugares donde hubo enfrentamientos y recoger los "restos", por asi decirlo. Básicamente entramos a una calle, por ejemplo, y con un pinche y una bolsa juntamos las partes orgánicas que hubiera.

La mujer hizo un ruido, como un hipo profundo. La miré y note que con una mano en la boca, ahogaba el llanto desde hacía rato. Me hizo un gesto como para que siguiera.

- Bueno, somos varios en mi equipo y nos distribuimos áreas. En una casa como esta por ejemplo, yo podría encargarme del piso de abajo y otros irían a las habitaciones superiores. Déjeme decirle que hay mucha competencia en esto. O sea que cada uno dá lo mejor, y trata de embolsar la mayor cantidad posible.
A veces una zona aún no es segura, pero la tropa debe pasar por alli, y los altos mandos no quieren que vean lo que le hace un 762 a la cabeza de alguien, o un RPG a un escuadrón entero, entonces nos mandan. Y debemos trabajar contrarreloj, no podemos ser muy sutiles. Nos abocamos a los pedazos grandes que solo esten en el suelo, nada de limpiar techos y paredes.
A veces es muy distinto y tenemos todo el tiempo y el área es enorme.
Como aquella vez al norte de Ar Ruthba, cerca de la frontera con Siria.

La mujer volvió a hipar profundamente, y su respiración se hizo mas sonora.

- En esa ocasión la cosa era distinta. Teníamos un gran área desértica y los restos de un enfrentamiento disperso. Es decir que debíamos caminar mucho por una magra cosecha.
Yo no tuve una jornada particularmente afortunada, aunque seguí algunos perros cimarrones que son de gran ayuda a veces.

En ese momento me detuve y le alcancé mi tasa vacía al mujer, que sin dejar de sollozar, fue hasta la cocina y la trajo llena de café humeante.

- Gracias. Le digo que volvía al camión cuando vi una zona donde había piedras y cascotes. Y sobre el polvo finísimo encontré la cara de su hijo.
Tenía un gesto plácido y estaba completamente limpia, como si alguien la hubiera colocado ahí con sumo cuidado. Solo la cara. Nada más.
Se notaba que era un pibe buenmozo - dije mientras miraba a la mujer que empezó a llorar con más fuerza. -Tenía un gesto decidido, y un mentón que denotaba carácter.

La mujer se cayó del sofá, y se quedó en cuatro patas, mientras lloraba a los alaridos, algo arqueada mirando el piso. Traté de animarla.

- Aunque no esta claro que paso, Ud. sabe? Cosas de la balística. Es evidente que su hijo actuó valerosamente. De haber sido de otra manera hubieramos encontrado su culo, que a veces pasa. Alguien se tira de cabeza a un hoyo, le queda el culo afuera y una esquirla se lo lleva volando. Pero su hijo puso cara al peligro, por asi decirlo.

La mujer se había quedado en posición fetal y solo daba unos quejidos roncos y largos, mientras su torso se agitaba espasmódicamente.
Me quedé en silencio unos minutos. Luego miré mi reloj, haciendo el gesto de "Uh, mirá la hora que es!" y me incorporé.
Cuando iba hacia la puerta vi sobre un mueble una foto de la mujer bastante más joven con un bebé en brazos. Y otra de un niño vestido de gala. Supuse que era su hijo. Pero en esta foto no era ni buenmozo, ni parecía inteligente y con carácter como la cara que encontré en el desierto de Al Anbar, cerca de Siria.
Que se yo, cosas de la balística.