lunes, 13 de abril de 2009

Debussy



La trinchera era un tajo descomunal y zigzagueante que partia la tierra por kilómetros y se erizaba de alambres y picas en sus bordes, como si fueran párpados, tratando de proteger unos ojos horrorizados.
Georges habia acondicionado un agujero confortable en la pared mas alta, deliberadamente alejado del grupo mas bullicioso del batallón.
Aparte de las risotadas que festejaban bromas crueles y vulgares con las que pretendian exorcizar el terror que les apretaba los huevos, Georges odiaba particularmente la radio de Lucien. Un mamotreto ruinoso que chirriaba canciones pueriles sobre las osamentas putridas del campo agujereado.
Asi que en su madriguera Georges se enroscaba como una comadreja. Alli era mas soportable el atrueno de los obuses y los alaridos agónicos de los desmembrados en el barro.
Un mediodía llego el cloro.
El gas descendió a la trinchera como una caricia. Llenó los pozos y subio hasta cubrir toda la brecha. Mientras sus compañeros se trepaban al terraplen para ser barridos a balasos, el se quedo acostado en su hoyo. Mirando quedamente una rata que parecia inmune al veneno, mientras sus pulmones se marchitaban. En la radio sonaba "Prélude à l'après-midi d'un faune".

jueves, 2 de abril de 2009

Flores amarillas.



Los alioteres del conurbano prefieren las zonas boscosas para vivir. Entre pinos y tipás pasan las horas del día, para salir a los claros cuando caen las primeras sombras.
El primero que pude apreciar de cerca era de aspecto retraido y porte mas bién pobre. Apenas me vio empezó a corretear de acá para allá torpemente, tropezando con sus tacos en el suelo irregular.
Era de noche, y asustado, salto a una calle pavimentada que atravesaba el bosque. Como un relámpago, las luces de un coche lo iluminarion en mitad de la oscuridad.
Desde donde yo estaba se veía como un ramo de flores amarillas.