martes, 4 de agosto de 2009

Sadballs.



Compró un lote por dos mangos a media cuadra de la playa.
Al año el valor se había disparado hasta sumar dos ceros a la cifra. Todos los días venían a verlo compradores sebosos, babeando plata. Contagiado de la fiebre inmobiliaria decidió esperar a que los precios subieran aún mas.
Al mes llegó el crack financiero y su lote se depreció al 50%. Igual se mantuvo firme en no vender, pensando que repuntaría. La cosa no hizo mas que empeorar. Y después mejoró. Así, alternativamente, como sucede siempre en este país.
Al final no se acordaba cuanto había pagado, o cuanto había dejado de ganar, o que podía sacarle a futuro.
Pensó resignar el negocio y construir una cabaña donde llevar a sus hijos en verano. Pero entonces vino lo del cambio en la corriente del Guaracho y esa zona se salinizó hasta que no quedó nada de vida vegetal o animal y la línea de costa se retiró un kilómetro.
Una tarde se puso a cavar su tumba en el lote.
Con el canto de la pala toco un pedazo de madera que lo llevo a un pecio cribado de doblones y piedras.
En un año acomodo a toda su familia y se compro una isla llena de dolmenes.